El churro es OG; el bong es la experiencia completa y las plumas se pueden usar discretamente en todas partes. Pero los dulces tienen el aura del carisma.
Tienen un aspecto inocente: un Tootsie; una gomita, un Pelón Pelo Rico. Tanto, que hasta mi suegra bajó la guardia y se atrevió a probarlas. Al fin y al cabo, le gustan los dulces. Pero eso queda para después. Hoy respondemos las preguntas: ¿qué tanto te colocan? ¿Cuánto tiempo? ¿Qué se siente? Y para ser precisos y científicos, tuvimos que recurrir al método empírico, a la experiencia de primera mano.
Así que los probamos.
Primero que nada, recomendaciones: es preferible que todos los presentes le entren para evitar el mal tryp de que el sobrio te está juzgando. Segundo, tengan comida a la mano.
Era 25 de diciembre; pusimos todos los dulces en una piñata con la intención de romperla, pero el erizo de nuestro interior nos urgió a sacar los dulces y entregarlos a los ocho sujetos de prueba, por cuestiones prácticas.
Los comestibles tardan alrededor de cuarenta minutos para colocarte. En esa ventana de tiempo crees que fue un engaño, o que eres muy resistente y estás entre si te comes otro más o esperas. Pero no lo hagas, porque cuando llega el momento, no llega tocando suavemente la puerta como hacía tu mamá de chico a la hora de ir al colegio. “Hijo, ya es hora, métete a bañar.” No, no, llega como tu jefa con cubeta en mano y amenazando. “Orale, hijo de tu madre, levántate que tienes examen.”
Y de ahí, lo siguiente: una sensación abrumadora en todo el cuerpo. Una risa incontrolable. Llegó el munchies y tratamos de pedir una pizza a domicilio. A ocho adultos nos tomó una hora. Ahí apareció la primera highdea de un posible emprendimiento: una empresa que te asista para pedir comida cuando estás muy pacheco para lograrlo. Les llamas y respondes tres preguntas:
¿Estado?: Pacheco
¿Motivo?: Pizza
La tercera la olvidamos al momento. Es decir, olvidamos la pregunta que ni siquiera formulamos. Vaya, tenía sentido. Con esa información, la empresa se encarga de colocar el pedido de la pizza de forma eficiente. Sólo queda esperar que no te pidan una hawaiana.
Algún tiempo después (dos horas en huso horario Zona Pacheco UTC-∞; treinta minutos en Zona Central UTC-6), alguien dijo que se había caído Uber, es decir, el sistema. Yo entendí que se había caído el repartidor de la moto y quedé altamente sorprendido por la tecnología de la app para mostrar el ícono de la moto accidentada en el mapa.
Más risas histéricas.
No tengas miedo: los dulces con Delta-8 tienen efectos que se pueden sentir en el cuerpo. Puedes llegar a sentir la sangre circulando, o puedes sentir el peso del cuerpo de un momento a otro. Pero no te asustes, mejor recibe el sentimiento con brazos abiertos. Puedes llegar a imaginar, mientras ves una película, que hay otro televisor dentro de la televisor, pero que no se nota porque son del mismo tamaño.
Ocho personas nos reíamos incontrolablemente y no sabíamos de qué.
Alguien comenzó a decir animales a los que nos parecíamos. En esa zona horaria yo me parecía a un castor, al parecer. Tanto, que todos concluyeron que cuando los castores se juntan el 25 de diciembre a comer dulces con Delta-8, se dicen entre ellos que están igualitos a mí.
Llegó la pizza. Salí a recibirla y revisé las rodillas del repartidor buscando raspones.
Comimos riéndonos. Fueron seis horas de risa en masa. A otro le encontramos parecido al perro de Ferrioni.
Llegó la hora de pedir Uber, así que respondimos las tres preguntas:
¿Estado?: Soltero
¿Motivo?: Uber
Y sólo quedó esperar a que el chofer no fuera hawaiano. ¿Cómo preparan la pizza en Hawái?, le pregunté cuando llegó.
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